El interrogatorio

El policía empezaba a perder la paciencia y el autocontrol. ¿Por qué?, pensaba.
'¿Por qué nos cuenta mentiras? ¿Por qué me inspira esta mujer ternura y miedo a la vez?
Lo cuenta todo con una sonrisa, como si fuera verdad'.
- ¿Por qué miente?

La testigo sonreía sin saber por qué. Miraba a la blanca pared pero veía mar, arena, una figura borrosa que se dirigía hacia ella, rápida, feliz, decidida.
Contaba sus vivencias como murmurando entre sueños, describiendo cada detalle, cada sentimiento feliz y desdichado. Y seguía sonriendo. Entre sueño y sueño, un silencio breve, roto por su propia respiración y los pasos intranquilos que el policía dibujaba a su alrededor.
- No miento- contestó largo rato después, tras un suspiro y una lágrima invisible.

'Qué mentirosa', pensó él. Y sin embargo no pudo evitar enamorarse de ella al instante.

No. La testigo mentirosa no miente por propia voluntad. Tampoco dice la verdad. La testigo mentirosa cuenta su vida como ella desearía que fuera. Cuenta lo que siente, lo que añora, lo que necesita, lo que anhela.
Añora ese lugar, necesita esa felicidad; y lo anhela a él.

Ésa es la verdadera testigo mentirosa.
Cuenta cómo deberían ser las cosas, como ella quiere que sean. No como son. Nunca como son.