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02 mayo 2007

Caos se escribe con C, de Cádiz.

Aún a riesgo de que el día continúe en la misma línea que ha ido y tenga más cosas que contar mañana, me aventuro a relatar cómo ha ido mi mañana, que ha sido espectacular, sólo superada por aquélla tarde del año pasado que me volví a casa en vez de ir a las prácticas porque estaba desesperada (mu largo de contar, en otra ocasión).
Ya anoche dieron el aviso en El Tiempo: "
Cádiz amanecerá mañana con cielos nublados y riesgo de precipitaciones breves. Saquen los abrigos de sus respectivos armarios para que se rían de ustedes por creer que ya estábamos en verano, la bufanda olvidada desde Marzo y el paraguas que estaban a punto de guardar en el trastero. Vuelve el fresquito. Buenas noches." (Bueno, no lo dijeron así exactamente pero hubiera quedado muy bien).
Si lo llego a saber ni me molesto en levantarme de la cama.
Ha amanecido, efectivamente, nublado (un nublado pasando por el gris oscuro y rozando el negro más radical), frío y lluvioso, pero no
precipitaciones breves de esas que decía la tele, no, chaparrones con apellidos y todo, con intensidad, a mala idea.
Recapacito un momento mientras miro el panorama por la ventana, y me planteo seriamente ir, pero tengo que entregar un trabajo de Literatura y la de Análisis nos quita puntos si no asistimos, así que suspiro y me ducho, me visto (intentando hacer balance de cuánto voy a andar, a qué velocidad y qué probabilidades hay de que sude con un jersey o de que me muera de frío con una simple camiseta), cojo el paraguas, paciencia y corro rauda y veloz al catamarán. Para colmo de males no me da tiempo a desayunar, así que a la par que camino se oye el rugir de mi estómago lleno de aire. Ése es un mal menor, desayuno en la facultad.
Aparece el catamarán (tarde como todo transporte del que se necesite rapidez y puntualidad) en el muelle y me subo de un brinco, tomo asiento y saco mi libro para leer durante el viaje (como tiene mesas una se puede dejar caer en ellas y estar más estable) a la par que un niño de apenas año y medio me mira y se ríe, no sé si conmigo o si de mí, cuando de repente empieza el barco a moverse arriba y abajo, a los lados, tambaleándose por el oleaje. Es sólo recordarlo y me pongo mala. Yo, que no me he mareado en la vida en un barco, que hasta he leído cuando los demás se ponían verdes de fatiga, me he mareado hoy, así que os podéis hacer una idea de la magnitud del movimiento.
Tras un complicado (y eterno, aunque fueron 25 minutos) viaje, llego al puerto gaditano consciente de que voy a llegar tarde a clase. Camino rápido, corro, paragüas en mano y mochila a la espalda, luchando contra el viento (huracanado) que azota la ciudad y la lluvia (chaparrón) que nos pone perdidos a todos.
Cuando por fin llego a la facultad (tarde, claro) y me he sentado cómodamente en mi sitio dispuesta a concentrarme durante tres horas (2 de 'Análisis del Discurso Aplicado a la Lengua Inglesa', 1 de 'Literatura Inglesa siglos XIII -XVII') me informa mi vecino compañero de que la 2º hora de Análisis se ha suspendido porque la profesora tiene cosas que hacer, y que también la hora de Literatura tiene que cambiarla a otro día, por el mismo motivo pero un profesor diferente. Mierda.
Termina la clase (con su correspondiente bronca porque 'ya os vale no hacer los ejercicios, así no hay quien avance al tema 3...') y miro el horario de catamaranes. No me da tiempo a coger el siguiente, me bajo a desayunar y espero a las 11 para ir y coger el de las 11 y media.
Medito: '¿voy andando al muelle? ¿Con este viento y esta lluvia? Naaah, mejor cojo el autobús de línea, que me ahorro mucho jaleo y me deja al ladito.' Con este pensamiento positivo me dirijo a la para de autobús a esperar paciente.
Ilusa yo.
Espero y espero y sigo esperando unos 15 ó 20 minutos, y el bus que no viene. No paaaaasa nada, paciencia. Espero y espero, y pasan dos compañeras: ¡Vicky, ¿no lo sabes? Hoy hay huelga de autobuses urbanos!
Su p*ta madre. No me lo puedo creer. Para una vez que quiero coger el autobús, por necesidad más que por flojera, ¡se ponen de huelga!
Son y 25 y el catamarán sale a y media. No lo cojo ni de coña, ni supermán podría.
Paso por los cinco estados: Rechazo (Es IMPOSIBLE que no haya autobuses!), Rebelión (La madre que los parió a todos, cabr*nes!!!!), Regateo (Bueno quizá... si le pido a Moy que me lleve...), Depresión (Qué mierda de día, coño, sniff), Aceptación (Bueno, a joerse toca, me voy andando y cojo el bus de las 12 en vez del catamarán).
Retrocedo y tiro para la estación de autobuses, luchando con el implacable viento, el frío (de los que hielan el café y el colacao) y la lluvia que me moja entera.

Recuerdo aquélla frase de que la frustración fortalece el carácter. No me sirve de nada. Qué mierda de día.


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