¿Qué sería de mí?

Estos días, en los que estoy teniendo mis altos y mis bajos, en los que me inundan las dudas y los por qués, en los que la autoestima y la seguridad flaquean, son los que uno reconoce a sus verdaderos amigos, aquellos que se alzan entre el resto de la gente común, como fieles soldados dispuestos a acompañarme en mi guerra, aunque en vez de cañones y fusiles ellos me regalen su tiempo y su oído a mis múltiples quejas y desahogos.
Sólo el hecho de escuchar, o el leer en el caso de internet, lo que una persona tiene que decir a otra, especialmente si esa cosa le entristece o angustia, ya es tanto...
Los amigos de verdad se cuentan con los dedos de una sola mano.
Y por eso pienso, intento adivinar qué sería de mi vida sin ellos. Evidentemente, no me refiero sólo a qué haría sin ellos durante los malos momentos, que los hay y en ellos la amistad brilla con más fuerza, sino en todos los momentos que compartimos, que por pocos que sean, dejan en el alma ese regusto a bienestar y estabilidad que irremediablemente todos buscamos a lo largo de nuestra vida.
El saber que si ríes, alguien estará dispuesto a reir contigo, y que si lloras o alguien te hace llorar, al menos tendrás una mano amiga que será capaz de indignarse con ese alguien que te hizo sufrir. Es el típico comentario de "Dile que te trate bien, o se las verá conmigo, le corto los cataplines, le dejo tuerto, etc etc..." que tantas veces he usado yo como amenaza semi en broma, sobre todo, hacia los novios de mis amigas.
Hay amigos temporales, que dejan en ti poco más que el recuerdo de unos buenos tiempos, amigos que desaparecen por razones especiales (y cómo se les echa de menos si han sido amistades profundas e inolvidables...!) y amigos que siempre están ahí.
Yo no sería nada sin ell@s.
Y por eso, gracias.